“El éxito no es la ausencia de fracaso, es la persistencia a través del fracaso”. — Aisha Tyler.
Y creo que esta frase habla mucho de la historia de vida del Maestro Mateo Hernández Santiago,
un hombre al que admiro, por su integridad humana,
su pasión por la alfarería y su bondad por compartir conocimiento.
Nació en Santa María Tiñú, Nochixtlán, Oaxaca, el 21 de septiembre de 1952. Su padre que en paz descanse fue Margarito Hernández Duran, de oficio campesino y su madre es la señora María Santiago Chávez.
A la edad de 7 años salió de su hogar para ir a trabajar con su tío Manuel (hermano de su papá) cuidaba un atajo de guajolotes y una vaca llamada Azucena, después de un año se fue a cuidar chivos y vacas a la casa de un señor llamado Lauro, por tal trabajo, les pagaban a sus papás con tres petates de palma al mes. Al cabo de un año dejó de cuidar chivos, se regresó a su casa y cuando me platica esto, los ojos se le iluminan de la emoción al describirme ese hogar que lo vio nacer “mi casa estaba construida de palos y techo de sotol” el sotol es una hoja de maguey que en esa región se utiliza para techar las casas.
Recuerda con orgullo que cuando tenía 9 años de edad, como siempre andaba descalzo, empezó a hacerse sus huaraches de palma que le duraban solo un día, comía bellotas de encino, jicamo, cogollo de los magueyitos que se dan en los palos de encino y jugaba en las ramas de los árboles imaginando que eran su caballo o su carro.
De pronto un día llegaron algunas personas de Pochutla y contrataron a sus padres para el corte de café y allá fueron, a conocer otras tierras, otra vegetación y otras experiencias, como cuando un día se rodó del cerro golpeándose la cabeza y quedando por 24 horas inconsciente. Finalmente se acabó el corte de café y junto con sus padres vino a vivir a la ciudad de Oaxaca. Para entonces ya tenía 10 años y entró a trabajar de vaquero en San Jacinto Amilpas, pagándole a sus papás con un torito al año. Concluyó la primaria en la escuela Unión y Progreso de Santa Rosa Panzacola.
Y por azares del destino llegaron a vivir con sus papás al rancho de los señores Rivera, unas de las personas más ricas de la ciudad. El señor José Rivera y su esposa Rosa Luis de Rivera comercializaban todo lo que es la materia prima para venderle a los alfareros oaxaqueños y justamente ahí llegaron a rentar los señores Pablo Carrillo y esposa Sara Flores, ellos eran alfareros y al niño Mateo le llamó mucho la atención lo bonito que trabajaban el barro y como era la primera vez que veía el proceso de la alfarería, le pareció sumamente interesante, por lo que habló con ellos para ver si le daban la oportunidad de aprender y ellos con mucho gusto lo aceptaron, en 3 meses ya dominaba un modelo de piezas.
Recuerda que entonces se trabajaba con el óxido de plomo, los colores que se utilizaban en ese tiempo eran óxidos y minerales como el manganeso; el cobre y el rojo eran los colores más usuales para el terminado de la losa típica tradicional oaxaqueña, destacando que el barro era de muy alta calidad, por lo que empezó a ser muy reconocido a nivel nacional e internacional, puesto que su consistencia y sonido eran muy peculiares. También se contaban con minas en donde se explotaba el caolín, que se utilizaba para blanquear la losa y posteriormente se le aplicaba tierra roja para decorarla.
Al joven Mateo le tocó trabajar con tornos girados con palma soyate y sebo, después le adaptaron baleros que hicieron los tornos más prácticos y rápidos.
Así fue el primer acercamiento del Maestro Mateo al mundo de la alfarería oaxaqueña, quién a través de muchos años de trabajo constante ha logrado innovar y revolucionar su propio estilo de trabajo, hasta llegar a estas hermosas piezas artesanales.
Ver estas hermosas piezas de barro, requiere un largo proceso:
El primer paso es sacar todas las impurezas que trae el barro.
Esperar de 45 días o 60 días para que cuaje el barro todo va a depender del tiempo, lluvia o sol.
Después pasa a ser amasado con los pies y luego con las manos.
Posteriormente torneamos la pieza y la colocamos en un espacio para hormar y después,
con un 95% de secado ya se puede sacar al sol.
Una vez que la pieza está seca, se pasa al área del lijado lavado y bruñido.
Si le vamos a aplicar engobe también hay que bruñir la pieza.
Después se pasa a sancocharla al horno y de ahí al área del esmalte.
Posteriormente se hace la segunda quema y de ahí las piezas salen listas para el mercado.
REVISTA DIGITAL MUJER DE OAXACA
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“ALFARERÍA RUFI”
CALLE SANTA MARTHA NO. 112
COL. EXHACIENDA SANTA ROSA
1RA. SECCIÓN, OAXACA, MÉXICO
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